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¡ESPAÑA CON HONRA! BLASCO REGRESA A LA POLÍTICA

Vicente Blasco Ibáñez había alcanzado el éxito mundial cuando su novela Los cuatro jinetes del Apocalipsis, fue traducida al inglés y publicada en Estados Unidos, en 1918, dos años después de su publicación en España. En 1919 viajó a los Estados Unidos, reclamado por las productoras cinematográficas de Hollywood y por las grandes editoriales y cadenas periodísticas de aquel país. Tras su regreso a Europa, la ciudad de Valencia le dedica, en 1921 una semana de homenajes. Y ese mismo año se proyecta la versión cinematográfica de la novela, teniendo como protagonista a un ya famoso Rodolfo Valentino, lo que hizo que la fama de Blasco Ibáñez se extendiera por todo el mundo.

En octubre de 1923 tiene previsto embarcarse en el buque “Franconia” para dar la vuelta al mundo, cumpliendo así uno de sus sueños más anhelados.

Su vida había dado el giro que él siempre había soñado: convertirse en un autor reconocido mundialmente, y, al tiempo, amasar, con su trabajo y su desbordante creatividad, una gran fortuna.

Las mayores cadenas periodísticas de Estados Unidos le pagaban verdaderas fortunas por sus artículos y colaboraciones. Las principales editoriales se rifaban los derechos de autor de sus novelas, y las productoras de Hollywood le ponían sobre la mesa contratos multimillonarios para trasladar el cinematógrafo los argumentos de sus novelas, o nuevos guiones, escritos exprofeso para sus más reconocidos actores.



Blasco Ibáñez, junto a la Gran Muralla China
Blasco Ibáñez, junto a la Gran Muralla China

Por si todo esto fuera poco, la Real Academia Española de la Lengua le había propuesto que formara parte de la misma, como académico, y también se estaban llevando a cabo las gestiones necesarias para proponerle como candidato al premio Nobel de Literatura, nombramiento que todos daban ya por hecho. Tenía todo lo que había deseado, y podría disfrutar el resto de su vida de su fama y su fortuna, en la villa que había adquirido en Mentón, en la Costa Azul francesa, junto a su amado mar Mediterráneo.

Sin embargo, el destino le tenía reservada una sorpresa. Apenas un mes antes de salir a dar la vuelta al mundo, en España, el Capitán General de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, se había sublevado contra el gobierno, dando un golpe de estado y estableciendo una dictadura militar. Su propósito no era otro que apuntalar a la monarquía de Alfonso XIII, que vivía momentos críticos, tras los desastres sufridos en la Guerra de Marruecos, cuya responsabilidad apuntaba directamente al monarca.

Ante estos acontecimientos, Blasco Ibáñez le escribe a su amigo Alejandro Lerroux y le pide que le informe sobre la situación en España, que él sigue atentamente desde Francia, donde se ha establecido junto a la que será su segunda esposa, la chilena Elena Ortúzar.

Aunque Blasco había dejado la política activa quince años antes, no por ello dejaba de ser un “animal político” y se mostraba hondamente preocupado por la situación en España, hasta tal punto, que le dice a Lerroux que si lo considera necesario, suspendería el viaje que tanto había soñado, poniéndose a su disposición para lo que considerase oportuno: Nada me importa perder el viaje si tú crees que vale la pena desistir de él. Lerroux le contesta diciendo que marche tranquilo, que en ese momento poco se podía hacer, pero estaba convencido de que Primo de Rivera, sin saberlo, estaba dándole la puntilla a la monarquía de Alfonso XIII.

En octubre de 1923 Blasco parte, a bordo del lujoso “yacht” S.S. Franconia, recorriendo  Cuba, Panamá, Hawai, Japón, Corea, Manchuria, China, Macao, Hong Kong, Filipinas, Java, Singapur, Birmania, Calcuta, Ceilán, Sudán, Nubia y Egipto hasta desembarcar en Niza, en la primavera de 1924. Como colofón de este viaje, y recogiendo sus vivencias, publicará los tres volúmenes de su obra La vuelta al mundo de un novelista.

A su regreso, la situación en España no ha variado y, durante sus estancias en París, se pone en contacto con el núcleo de los intelectuales españoles exiliados en esa ciudad, que se reunían en el Café de la Rotonde. La figura de referencia es Miguel de Unamuno, y junto a él están, entre otros, Josep Pla, Eduardo Ortega y Gasset, Francisco de Cossío, Corpus Barga y Carlos Esplá, quien consiguió que dos personajes tan distintos como Unamuno y Blasco Ibáñez aunasen sus esfuerzos para acabar con una situación que ponía en peligro el futuro de España.

 


Blasco Ibáñez, junto a Unamuno y otros intelectuales, en el Café de la Rotonde, de París
Blasco Ibáñez, junto a Unamuno y otros intelectuales, en el Café de la Rotonde, de París

Unamuno gozaba de gran prestigio en España, mientras que Blasco Ibáñez era el escritor español más famoso a nivel internacional. Durante varios años fue el escritor más leído en los Estados Unidos, y sus obras triunfaban en Francia, Inglaterra, y en toda Europa, y eran traducidas a prácticamente todos los idiomas.

Vicente Blasco Ibáñez tenía bien poco que ganar a nivel personal, y sí mucho que perder, pero no podía traicionarse a sí mismo, así que tomó una decisión que le marcaría de por vida, e incluso más allá de su muerte. Blasco aceptó el reto y se puso al servicio de esa causa: acabar con la dictadura, y con la monarquía que le daba soporte.

Blasco escribió al presidente de la RAE y le comunicó su renuncia a su candidatura para el ingreso en la Real Academia Española. Era plenamente consciente de que esta renuncia comportaba también la renuncia al Nobel de Literatura, ya que era preciso el apoyo del gobierno de España para que la candidatura pudiese salir adelante, y la condición que le ponían era bien clara: no muestres en público tu oposición al Directorio y al Rey.

Como era de esperar, el premio de la academia sueca jamás llegó, pero en cambio lanzaría Una nación secuestrada. El Terror Militarista en España), un duro alegato contra la corrupción de la monarquía, obra que se publicó en 1924 y que fue traducida de inmediato en Francia, Inglaterra y Estados Unidos, obteniendo una enorme repercusión mediática. Aunque se prohibió en España, Blasco Ibáñez se las arregló para introducir clandestinamente miles de ejemplares, que corrían de mano en mano.




Blasco orquestó toda una campaña de prensa para dar a entender que los panfletos entrarían en España por aire, para lo que, anunciaba, había comprado dos aeroplanos, lo que movilizó a las fuerzas de orden público para controlar todas las pistas de aterrizaje en España. Más tarde, anunció que lo haría por mar, con la colaboración de antiguos contrabandistas, que los llevarían a las costas de Valencia. Finalmente, entraron por el puerto de Alicante, en barriles de vino, y desde allí, en tren hasta su destino final, repartidos por la mayoría de las ciudades españolas.

Ya en 1925, es decir, hace ahora exactamente cien años, Blasco escribió en París el manifiesto Lo que será la República Española (al país y al ejército) y, más tarde, Por España y contra el rey (Alfonso XIII desenmascarado), que tuvieron una gran difusión. Además, editó el semanario España con honra. Todas estas publicaciones no solo fueron redactadas en su mayoría por el propio Blasco Ibáñez, sino que fueron financiadas prácticamente en su totalidad por él.

Si bien, Blasco se desengañó pronto de aquella iniciativa, ya que se vio abandonado por quienes debían secundarle, empezando por el propio Unamuno, aquella campaña puso de manifiesto la corrupción de un régimen, la monarquía de Alfonso XIII, que quedó gravemente dañada en su prestigio, tanto nacional como internacional.

Blasco no vio el fruto de sus esfuerzos, ya que murió en 1928, tres años antes de la proclamación de la II República Española, por la que tanto había hecho, pero sí que fue consciente de que su posicionamiento le perjudicó gravemente.

El gobierno de España llegó a pedir la deportación de Blasco, al objeto de juzgarlo en nuestro país, por traición, lo que le hubiera acarreado una pena muy severa. Afortunadamente, el gobierno francés rechazó de plano la propuesta, e incluso llegó a ofrecerle a Blasco Ibáñez la ciudadanía francesa, ofrecimiento que éste declinó amablemente.

Blasco vivió aún tres años más, en los que se dedicó a su verdadera pasión, la escritura. El no concebía la vida sin escribir, y aunque su salud era delicada, ya que arrastraba una diabetes que llegó a afectarle a la vista, siguió escribiendo. Aún en octubre de 1925 publicó su novela El Papa del mar, dedicada al Papa Luna, Benedicto XIII, y, al año siguiente, A los pies de Venus, continuación de la anterior. Con estas novelas inicia un nuevo ciclo, con el que pretende reivindicar diversas figuras de nuestra historia, que se vieron afectados por la leyenda negra, y que ya se publicaron en 1929, a título póstumo.

En el plano personal, 1925 viene marcado por el fallecimiento de su esposa, María Blasco del Cacho, ocurrido el 21 de enero. Desde hacía años no convivía con ella, pero nunca quiso separarse de ella y siempre se dirigía a ella con afecto. Finalmente, el 4 de julio, contrajo matrimonio civil con Elena Ortúzar, en el Ayuntamiento de Menton.

 

 

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